Mi amigo Juan Silva, alias Silvita, bajito, rubio y de pelo
enrulado, un poco más joven que yo, tiene una hija que se recibió de médica, y
el 31 de julio vino a festejar al Mercado del Puerto, sobre la Peatonal Pérez
Castellano, junto a cien o doscientos colegas nuevos. Hace varios años que
vienen, sobre el mediodía, y están muy organizados. Permiso de la Intendencia,
parlantes gigantescos que emiten música a todo lo que da, vendedores ambulantes
con infinita cerveza y sidra barata, ropa adecuada y abundante provisión de
harina. El festejo consiste en emborracharse un poco, bailar, tirarse sidra y
harina unos a otros, abrazarse
efusivamente y sacarse selfies para conmemorar el fin de doce años de estudios.
Hoy son las siete de la tarde y el DJ y los más entusiastas siguen con el
bochinche, así que los esforzados obreros anaranjados que mandó el Intendente
no pueden limpiar las veredas del Mercado (donde está el venerable bebedero de
hierro fundido). Yo le digo a mi amigo Silvita que por qué no festejan en el
patio de la Facultad de Medicina o en la Plaza 1º de Mayo que les queda a una
cuadra. Qué necesidad de enchastrar el Patrimonio de la Humanidad. Silvita me
dice que soy un viejo amargado porque no aguanto un día de algarabía juvenil. Pero
en estas fiestas y las de fin de año hay una
cuota oculta de discriminación y desprecio contra el barrio, desde la
época en que esto era “el Bajo”, lleno de piringundines, prostitución y drogas.
Somos tan pocos habitantes y tan pobres que los organismos públicos no nos cuidan.
La seguridad mejoró muchísimo con las cámaras: si no hay más arrebatos y
rapiñas es porque los Cruceros amenazaron con no atracar más en Montevideo y
Bonomi se puso las pilas. Pero los
supermercados traen frutas y verduras de segunda o mercaderías vencidas. Las
compañías de cable no tienden redes hasta aquí por falta de clientes. Los
inversores extranjeros se aburrieron en espera de algo, y pusieron decenas de locales y
casas en venta o renta. En este contexto, es comprensible que los flamantes médicos
carezcan de sensibilidad social o ni se den cuenta que están manifestando un
desprecio clasista por la Ciudad Vieja. Todo esto le dije hoy a Silvita y me colgó el teléfono. Pobre: con lo que le
costó que la nena se recibiera.
daniel heide lecour
lunes, 31 de julio de 2017
martes, 26 de enero de 2016
INFANCIA
INFANCIA
En 1944, año de mis primeros recuerdos, mis padres compraban dos o tres diarios por día. Mi madre era batllista y admiradora de Frugoni, le gustaba leer El Día y mi hermano y yo nos abalanzábamos sobre el Suplemento de los Domingos para leer a Tarzán. Mi padre era blanco independiente y quería leer El País. También, en la tarde, llegaba El Plata, que tenía una página entera de historietas extraordinarias para la imaginación de un niño: El fantasma, Rip Kirby, Lorenzo y Pepita.
De mañana temprano mis padres leían los titulares de los diarios en la cama y yo me metía despacito entre los dos y ellos hacían como que no se daban cuenta. Había días en que las noticias de la guerra eran más graves que otras y las comentaban en voz baja para no preocuparme. Mi padre leía también un periódico en inglés, con fotos de la guerra y propaganda Aliada. Mi hermano y yo jugábamos con unos avioncitos de plomo: el Spitfire, el Mustang y los cazas japoneses Zero . Ya no aparecen en la feria de Tristán Narvaja.
Mi padre era uruguayo pero de origen noruego, hablaba inglés y trabajaba en el Hospital Británico Se interesaba vivamente por la suerte de los soldados anglosajones. Le contaba a mi madre que algunas nurses británicas que trabajaban en el hospital y que habían sufrido los bombardeos de Londres, se escondían debajo de las camas cuando caían relámpagos y truenos sobre Montevideo. Mi padre tenía sobre la mesa de luz una radio de onda corta, y mientras hojeaba los diarios escuchaba los discursos de Winston Churchill.
Mi madre, de origen vasco-francés, se interesaba más por la suerte de los soldados franceses, las peripecias de la Resistencia y las arengas de un soldado alto que aparecía en las fotos de los diarios, que después supe era De Gaulle. También años más tarde mis tías me contaron que el día de la Liberación de París mi madre nos sacó de la escuela a mi hermano y a mí y nos llevó a la avenida 18 de Julio a festejar y cantar la Marsellesa, pero de eso no me acuerdo.
En esos años la raíz nórdica y anglosajona de mi padre sobre mi formación infantil fue más importante que la influencia franco- latina de mi madre. El primer Heide que apareció en Uruguay a fines del siglo XIX fue mi abuelo, a quien no conocí. Se llamaba Thomas Benjamin Heide, nacido en Noruega. Dicen que conducía un barco mercante que encalló frente a las costas de Rocha y se quedó en Uruguay porque le gustó. Trabajó para los ingleses en los ferrocarriles como jefe de la estación Peñarol,. También aparece en un documento con otro montón de ingleses como fundador del Central Railway Football Club que luego se conocería como Peñarol.
Enseguida de la guerra, creo que en 1946, vino de visita al apacible Uruguay un primo de mi padre que se llamaba Erling, como mi hermano. Había participado en la Resistencia de Oslo contra los nazis en un episodio que se conoció como la Batalla del Agua Pesada, que servía para fabricar bombas atómicas. En la escaramuza cayó preso y fue enviado tres o cuatro años a un campo de concentración. Todavía tenía marcas de tortura de cigarrillos apagados contra la piel de sus brazos. Una tarde de mayo, el tío Erling, sin saber una palabra de español, se fue solo a la playa de Pocitos, encontró que el agua era muy calentita y nadó mucho más allá de las boyas. Cuando salió, los marineros lo metieron en un calabozo de Trouville Mi padre lo rescató varias horas después y esa noche para calmarlo fuimos todos a comer pollo a un restorán de lujo en Villa Biarritz, pero el tío se volvió a Noruega en el primer barco que saliera y juró no volver jamás.
lunes, 11 de mayo de 2015
VENTANA AL GANGES
Publicado en “La ciudad al trasluz”, El País de los Domingos, 1993
Estábamos viviendo en un cuartito de
un segundo piso sobre las orillas del Ganges en la ciudad de Benares, capital
religiosa de la India. El
margen izquierdo del río es una vasta llanura que se inunda en épocas de lluvia
y el margen derecho que ocupa la ciudad viene a ser del tamaño de Pocitos, sólo
que en lugar de apartamentos de Sichero y Pintos Risso, está lleno de templos
hindúes, budistas y musulmanes, algunos con techos de oro y minaretes desde
donde recitan por altoparlantes pasajes del Corán desde las cinco de la mañana.
Las callejuelas de atrás, lo que
vendría a ser Benito Blanco o Chucarro, están atestadas de gente, triciclos,
carros de caballos, camellos, vacas sueltas y autos rusos de 1960 que luchan
por trasladarse de un lado a otro entre gritos y bocinazos.
Las
callejuelas perpendiculares al río desembocan en escalinatas de granito
y mármol que se meten en el agua. En esas escalinatas que se han divulgado
muchísimo en todas las documentales, hay gente de todas partes de la India , bañándose, lavando su
ropa, rezando, haciendo yoga, cortándose el pelo, o simplemente mirando el
“Ganga” como cariñosamente se le llama al río sagrado.
Nuestra escalinata era bastante
tranquila, y todos los días bajábamos con Pepe Luis, mi hijastro, a bañarnos y
a lavar nuestra ropa, o sea una túnica blanca de algodón que me había
confeccionado Sharon, una canadiense fabulosa que hoy es la madre de nuestros
nietos. La ropa se enjabona bien, se friega y luego se enjuaga golpeándola con
el puño contra los escalones de granito hasta que toda la tierra acumulada del
día anterior salta para afuera y queda impecablemente blanca.
La zona de baños propiamente dicha
está dividida por un alambrado: mujeres de un lado y hombres del otro. Los
hombres nos bañábamos con un taparrabo como de Tarzán; las mujeres se enjabonan
sin sacarse el sari que mojado deja
transparentar bastante. Yo las vichaba de reojo, pero todo el ambiente era tan
religioso y natural, que me sentí medio pecador y al segundo día ni caso que
les hice.
A cuatro cuadras de nuestra casa estaba la escalera principal donde la gente
quema a sus familiares fallecidos. Frente a la hoguera las familias hacen cola
para esperar su turno, y según la tradición el fuego está encendido desde hace
dos mil años sin apagarse jamás. A veces el olor a carne quemada llegaba a
nuestro cuarto para recordarnos la presencia de la muerte, para nosotros tan
traumante y para los hindúes un episodio más en la lenta rueda de la
reencarnación. Tienen un Dios creador, Brahma, que cada vez que abre los ojos
crea un universo y cada vez que los cierra, lo destruye; el Big Bang de Carl
Sagan repetido mil veces hacia el pasado y hacia el futuro.
Como no hay mucho que hacer en una
capital religiosa, ese sentido del tiempo dilatado se fue apoderando de
nosotros y nos pasábamos mirando el río. Muy de cuando en cuando pasaba un
cadáver flotando aguas abajo, presumiblemente de un santo, ya que los santos no
se incineran porque su cuerpo es puro.
Al mediodía nos pegábamos una
zambullida, nadábamos un rato, recogíamos la ropa seca y partíamos lentamente
hasta el restorán de Ram, un lugareño suave y bondadoso. Tenía un ayudante que
se pasaba fumando hashish, lo cual
conspiraba contra su eficiencia y celeridad. Recogía los pedidos y Ram se ponía
recién a hervir las papas, el arroz, el brócoli, etc., así que nos daba tiempo
para charlar de los dioses y sus avatares como hasta las cuatro.
Total que un día decidimos romper la
monotonía, alquilar un bote y cruzar a la orilla de enfrente que se prestaba
para jugar a la pelota.
Iba perdiendo seis goles contra tres,
cuando el cadáver de un santo que venía flotando decúbito dorsal por el Ganges,
se enganchó en unas ramas, justito enfrente a nuestro picnic. Cada vez que iba
a recoger la pelota a la orilla me enfrentaba al muertito que me miraba desde
la cuenca vacía de sus ojos. La vida debe continuar, pensé, y le metí un golazo
a Pepe Luís en el ángulo inferior izquierdo que compensó mi derrota final, seis
a cuatro.
Nos dimos una zambullida, comimos y
volvimos a Benares ya muy entrada la tarde, cuando el sol pegaba de frente en
las fachadas de los templos milenarios.
sábado, 9 de mayo de 2015
BAUTISMO ECOLÓGICO
Publicado en el Semanario Sobretodo,
1991, en la sección "Cartas a la tía Elfrida".
Hoy
quiero contarte mi primer contacto con la
ecología aplicada. Esto fue en San Francisco, California, cuando una
ballena en su peregrinaje anual por las costas del Pacífico se metió por error
por debajo del Golden Gate.
Humphrey, que así le pusieron de
nombre, atravesó la bahía ante el estupor de los windsurfers y se metió por el Río Sacramento, haz de cuenta el
Miguelete pero más ancho y menos edificado. No había manera de convencer a
Humphrey de dar marcha atrás, hasta que alguien sugirió que haciendo mucho
ruido se saldría.
Allá fuimos centenares de
voluntarios, munidos de tambores, bocinas y latas; la Chola armó la canasta de
picnic y yo al frente de un grupo de latins
que recogí en el barrio de la Misión.
Me presenté ante el gringo que
parecía estar a cargo y le dije en decente inglés: “Ordene mi ecologista, aquí
le traigo una cuadrilla de Inmigrantes Latinos Caceroleadores de Gorilas”
El tipo nos miró como diciendo éstos
se equivocaron de película o de continente, pero como buen americano
progresista, tolerante y pragmático, nos mandó a la orilla del río a liderar el
bochinche.
Justo en ese momento la ballena
que venía resoplando se percató de su error o no pudo tolerar los decibeles, se
dio vuelta con cetáceo nonchalance y se fue nadando hacia el mar, entre
los vítores de la concurrencia.
Pepe, con la ayuda de
un brasilero que traía un tambor enorme, transformó el caceroleo en batucada.
La gente se vino a la orilla donde estábamos nosotros a bailar y celebrar el
rescate de Humphrey. Alguien arrimó una camioneta con equipo de sonido y
agradeció a la multitud por su participación y conciencia ecológica, mientras la
Chola repartía pedacitos de torta pascualina.
Una muchacha de pelito corto
improvisó un encendido discurso diciendo que la ballena había sido enviada por Gaia,
diosa madre de los cielos, las montañas y los mares, para elevar nuestra
conciencia ambiental, y que no debíamos retirarnos del río sin antes meditar
sobre la unidad entre los seres vivos y todas las cosas.
Otro muchacho se
acercó al micrófono empujando su bici de montaña y denunció que en el valle
donde vivía, los salmones ya no podían trepar el río por culpa de las represas
que hicieron los fraccionadores.
Otro orador se lanzó contra los
madereros talamontes que solo ven a los árboles en términos de pies cúbicos de
madera y dólares. Tejió un argumento muy lindo de cómo el Hombre Blanco
Occidental había escindido la religión y la vida, y que debíamos aprender de
las viejas culturas indoamericanas, a resacralizar la naturaleza.
Cuando un exaltado propuso que se
le devolvieran todas las tierras de California y Oregón a los indios, los
muchachos se empezaron a aburrir. Recogieron las latas de cerveza, los plomitos
del chicle y los puchos y se dispersaron con el alma en paz, ya entrada la
tarde en crepúsculo rojo, y Humphrey nadando alegremente hacia México.
Recogimos los tambores; la Chola fue a tirar la yerba
contra un arbolito, pero se acercó una parejita en jeans a preguntar qué
era aquéllo. La Chola ,
ya canchera y con su proverbial sonrisa, les dijo en español: “Es una planta
orgánica biodegradable y un ritual de los indios charrúas del Uruguay, South
America”. “Oh that’s neat”. (Eso es lindo!) dijeron, y se fueron felices de
vivir en una sociedad multicultural.
Guardo un recuerdo muy lindo de
ese día de sol, la ballena Humphrey y nuestro bautismo ecológico.
EL SOCIALISTA DE LOS NOVENTA
Publicado en el Semanario
Brecha en mayo de 1990, 25 años después sigue estando vigente. Lo que no preví fue que USA entrara en guerra contra la yihad islámica y se resintiera su sistema democrático.
En un reciente artículo de BRECHA, Eduardo-Galeano
propone, quizás demasiado tarde, redefinir
el socialismo, luego de sentirse como
un niño desamparado ante la derrota de Ortega en Nicaragua.
La imagen es bella y conmovedora, y me
recuerda una tarde de 1968, cuando estábamos reunidos en el Paraninfo
discutiendo acaloradamente la invasión a Checoslovaquia, y Galeano criticó
valientemente la invasión de los tanques rusos, ante una concurrencia hostil
donde se acusaba a Dubcek y su Primavera de Praga de ser una conspiración de la CIA. Esa tarde Galeano,
apelando a un último argumento, dijo algo así: “Vamos a ver qué dice mañana
Fidel Castro”. La posición de Fidel al día siguiente, apoyando la invasión rusa,
nos cayó como un balde de agua fría, y ahora pienso que debió ser aquel día en que debimos sentir que
algo andaba terriblemente mal en el socialismo.
La crisis total que hoy sacude al
socialismo no solamente atañe a los marxistas leninistas afiliados al Partido
Comunista, sino a toda la izquierda. Si en la época de Frugoni el socialismo
era algo distinto al comunismo y al capitalismo, la verdad es que en los años
sesenta el perfil de una tercera vía se diluyó en una marea revolucionaria, y
todas las fuerzas de izquierda, que más tarde confluiríamos en el Frente Amplio, habíamos adoptado como
propios algunos elementos básicos del marxismo y del leninismo aunque no
estuviéramos afiliados al Partido Comunista: la lucha de clases como motor de
la historia, el culto mítico al proletariado, el énfasis del Estado en la
economía, la crítica sistemática al capitalismo y la empresa privada; el desdén
por la socialdemocracia y las vías parlamentarias de acceso al poder. En fin, que con cierta razón el inefable
Benito Nardone nos estampó el membrete de “cripto comunistas”, ya que, a la
hora de concretar, nunca supimos proponer un modelo de socialismo democrático
bien distinto del capitalismo norteamericano o del comunismo soviético, y mucho
menos una síntesis con lo mejor de ambos sistemas.
Fueron tan enormes los errores
cometidos durante 70 años por el socialismo, en nombre de la igualdad y la
justicia social, que hoy en día la gente identifica la libertad y la democracia
con el capitalismo, y al totalitarismo y la esclavitud con el socialismo,
cuando debió ser al revés.
Por ello, el socialista de los 90
dedicará los primeros cinco años de la década a hacer terapia profunda, reestudiar
la historia, aceptar con humildad el gran engaño del que fue objeto y que
también ayudó a perpetrar.
El socialista de los 90 reflexionará
sobre las causas de su embotamiento en toda la década del 80 cuando la URSS invadió Afganistán y se
le permitió al “tonto” de Ronald Reagan ocupar el centro del ring en la batalla
ideológica.
El socialista de los 90 confesará su
pasada arrogancia por haberse sentido superior, al propugnar un sistema basado
en la solidaridad y el bien colectivo y despreciar todas las conquistas del
capitalismo.
El socialista de los 90 aceptará que el
sistema capitalista le ganó la batalla al socialismo en el terreno político. El
modelo propuesto por las revoluciones francesa y norteamericana, de elecciones
libres, voto secreto, independencia y equilibrio de los tres poderes, libertad
irrestricta de expresión, prensa, huelga, asociación, reunión y movimiento,
resultó ampliamente superior al partido único, el verticalismo autoritario, y
la suspensión de libertades individuales en aras del ideal colectivo.
El socialista de los 90 aceptará que
el sistema capitalista ganó la batalla al sistema socialista en el terreno
económico. A pesar del despilfarro y del consumo suntuario, la propiedad
privada de los medios de producción puso al alcance de la población miles de
bienes y servicios, más o menos útiles, que la gente consume y utiliza encantada.
El socialismo, en comparación, produjo escasez, ineficiencia, mala calidad,
tiendas vacías, colas interminables, tarjetas de racionamiento, burocratismo y
la pereza legendaria del empleado público.
El socialista de los 90 aceptará que
el sistema capitalista derrotó al socialismo en el terreno cultural. La
pintura, la escultura, el teatro, la poesía, la música y la danza y la
arquitectura, generadas bajo las libertades democráticas de Occidente, aun
produciendo obras llenas de angustia, hipocresía o mercantilismo, reflejaron
mejor la condición humana que las obras oficiales, acartonadas, falsamente
optimistas que promovió el socialismo.
En la era de la información
instantánea y global, simbolizada por la televisión, el satélite de
comunicaciones, el fax, la telefonía celular y las redes de computadoras, la libre
circulación de las ideas le permitió al capitalismo ganar la batalla de la
información. El socialismo siempre le tuvo miedo a la información. Prohibió los
viajes al exterior, prohibió el ingreso de textos, obras de arte, señales de
radio y televisión, prohibió la posesión privada de mimeógrafos, copiadoras, de
fax. Prohibió la libre circulación de las ideas, la crítica de afuera y la de
adentro.
El socialismo podría haber
sobrevivido, aun a costa de ciertas libertades públicas, si hubiera ganado la
batalla económica, si la producción socialista de bienes y servicios hubiera
sido lo suficientemente grande como para realizar la justicia distributiva.
Pero el socialismo perdió la batalla
económica porque despreció la propiedad privada de los medios de producción,
combatió la creatividad e iniciativa individual, el derecho de cada quien de
poner su propio negocio donde se le antojara, y combatió las leyes del mercado
de oferta y demanda.
El socialista de los 90 deberá aceptar
que en la carrera de la producción, el capitalismo, representado por el
empresario privado, derrotó por amplio margen al socialismo, encarnado en el
funcionario público.
Lo más difícil de aceptar para el
socialista de los 90, y aquí es donde se juega o sintetiza todo el drama del
futuro, es la figura del empresario privado. El empresario clásico es una
figura bastante difícil de tragar, justo es reconocerlo. En su afán de lucro y
para poder competir con sus iguales (si es que no consiguió monopolio) pretende
pagar lo menos posible a su mano de obra. Para invertir su capital exige
estabilidad política, mano de obra barata y represión sindical. A la menor
provocación amenaza con llevarse sus capitales. Llora por los impuestos y los
evade, intenta corromper el poder político para su causa y encima se cree un
benefactor porque crea fuentes de trabajo.
El socialista del 90 aceptará al
empresario como un hecho irreversible, como un dato de la ecuación, y admitirá
que el empresario se haga cargo del 70 o el 80 por ciento de la economía, y
propugnará por crear las condiciones para su desarrollo. Sólo que esta vez, el
clásico empresario barrigón de cadena de oro, y siempre dispuesto a llamar a la
policía, será lentamente sustituido por el moderno entrepreneur (ya no
sos mi Margarita, ahora te llaman Margot...), que será un tipo joven, culto,
informado, deportivo, partidario de la pirámide achatada, dispuesto al diálogo
y la negociación y con cierto grado de conciencia social y ecológica.
Juntos, el entrepreneur y el socialista
desplazarán al viejo oligarca tiránico, represivo, racista y vendido al
extranjero.
El socialista de los 90 fomentará en las
universidades públicas y privadas la formación de entrepreneurs con la
mayor conciencia social posible, y diseñará las carreras y proyectos de
investigación en coordinación con las empresas y los gobiernos.
Cuidará y profundizará las
instituciones democráticas, fortalecerá las libertades públicas, el equilibrio
de poderes ejecutivo, legislativo y judicial, el voto secreto, para que no se
encaramen en el poder las viejas oligarquías y las tiranías.
Defenderá la libertad sindical para
defensa exclusiva de los intereses y derechos de los trabajadores y no usará
los sindicatos como plataforma de lucha para destruir el sistema, porque los
trabajadores serán los primeros interesados en cuidar las fuentes de trabajo,
en unirse y en tener cada vez más poder de negociación frente al entrepreneur,
quien no será el enemigo de clase sino un socio con bastante poder en una
aventura común.
El socialista de los 90 atribuirá al
Estado un papel principal en la definición de las metas económicas y sociales
del país, en la educación y la salud, en el dominio sobre algunos bienes
estratégicos y en algunos servicios públicos esenciales, y creará las
condiciones para que las iniciativas individuales privadas se ocupen de todo
los demás, regulando y corrigiendo los desequilibrios provocados por la
economía capitalista que surgieran.
El socialista de los 90 reconocerá la
imperiosa necesidad de incorporarse a grandes mercados de producción y consumo,
buscará la creación de grandes mercados regionales, derribando fronteras
aduaneras entre socios con geografías, culturas y regímenes democráticos
similares, tales como el Cono Sur, el Pacto Andino, Centroamérica, etcétera...
El socialista de los 90 combatirá el
imperialismo norteamericano, más peligroso ahora que antes, pero no depositará
en un delincuente como Noriega la defensa de la soberanía continental, ni
defenderá regímenes dictatoriales por el solo hecho de ser enemigos de Estados
Unidos, ni atribuirá todos nuestros males a los oscuros manejos de la CIA de la gran democracia del
Norte.
Finalmente, por si todo lo anterior
fuera poco, el socialista de los 90 tendrá una clara posición sobre el
feminismo, el aborto, el racismo y las minorías, los derechos de los
homosexuales, la ecología y la religión.
lunes, 6 de abril de 2015
EL MARXISMO COMO RELIGIÓN
EL MODERNISMO Y LA IDEA DEL PROGRESO
Hasta los conservadores de
hoy admiten que el edificio teórico que construyó Marx en torno a las leyes que
supuestamente rigen la sociedad, ha sido tan importante en la época moderna
como lo fue Freud en Psicología y Einstein para la ciencia. Estos tres grandes
modelos de pensamiento se desarrollaron en el contexto general de lo que hoy
llamamos modernismo. El modernismo se
caracterizó por una fe ilimitada en la idea lineal del progreso, en la
expansión indefinida de la revolución
industrial, en la ciencia y la tecnología como remedios a los males de este
mundo, y en el ascenso general de las masas para compartir por fin los bienes terrenales en condiciones igualdad y democracia.
No es de extrañar que en
este contexto se pensara que la religión desaparecería lentamente ante el
avance inexorable de la modernidad. La ciencia explicaría el origen del
Universo y la vida, y atacaría de frente al dolor y la enfermedad. La
psicología ayudaría a resolver los conflictos internos del alma y la sed del
hombre por reencontrar la unidad perdida. La tecnología multiplicaría los
bienes al infinito. La libre empresa, o el socialismo, esas dos posibles caras
de la Revolución
Industrial , repartirían la riqueza en el marco de la igualdad
democrática.
Marx |
Si la religión había sido
una respuesta a las grandes interrogantes de la existencia y un consuelo ante
la injusticia, el dolor, la enfermedad y la muerte, al eliminarse sus bases de
sustento se extinguiría lentamente, ocupando su lugar la gran ideología del
progreso. El marxismo fue aún más lejos: denunció a la religión como el opio de
los pueblos, como un instrumento ideológico de dominación para mantener el
orden social establecido y para que los oprimidos no buscaran en este mundo su felicidad
postergada.
Freud |
EL FANTASMA QUE RECORRIO EUROPA
Irónicamente el marxismo,
al intentar dar respuestas totalizadoras a todas las interrogantes filosóficas,
sociales y existenciales, que eran la materia prima de la religión, pasó a
jugar el papel de una religión alternativa. Quiso destruir la religión
invadiendo sus terrenos, y al hacerlo, en lugar de destruir la religión se transfiguró en su espejo, en
una religión nueva.
No importó profundizar
demasiado en si la culpa de ello estaba en la teoría o en los hombres que la
llevaron a la práctica. El marxismo decretó la muerte de los dioses, pero no
pudo eliminar el fervor religioso de su secta. El marxismo se presentó a sí
mismo, o por lo menos se interpretó, divulgó y popularizó con las características
propias de una religión tradicional y completa.
El discurso principal del
marxismo se parece muchísimo al conjunto de creencias y verdades reveladas de
toda religión: el hombre del Neolítico vivía en el Edén, en una especie de
comunismo primitivo, cazando y recolectando frutos en comunión con la
naturaleza. Luego vino el conocimiento, la división del trabajo, las
jerarquías, y la lucha de clases a lo largo de la historia: esclavitud,
feudalismo, capitalismo. Finalmente aparecería el mito del héroe, encarnado
esta vez en el proletariado, y en nombre de la redención de todas las clases
oprimidas a lo largo de la historia, lucharía
y mataría al último de los monstruos: el capitalismo. En la lucha el
proletariado muere, pero renace en la sociedad sin clases, en la sociedad
comunista, cerrando el círculo mítico.
einstein |
La validez de la doctrina
no se apoyó en revelaciones sobrenaturales, sino en la certidumbre del método
científico. La entidad metafísica, propia de todas las religiones, no era Dios
sino la Historia. Según
el marxismo, la Historia
tenía una dinámica propia e inexorable, superior a la voluntad de los hombres.
A lo largo de las etapas de la historia, las fuerzas productivas (por ejemplo
las tecnologías) crecen y chocan con las relaciones de producción (por ejemplo
la propiedad privada), que son una especie de zapato que va quedando chico, o
camisa de fuerza que impide el desarrollo de las fuerzas productivas. Tarde o temprano,
éstas desbordan a aquéllas y se producen los cambios revolucionarios que dan
lugar a los nuevos sistemas sociales.
De acuerdo con la idea
modernista del progreso lineal, cada etapa histórica es ligeramente mejor que
la anterior. El feudalismo liberó a los esclavos, pero impuso la servidumbre.
El capitalismo eliminó la servidumbre pero creó el proletariado. Al
capitalismo, última etapa de la cadena de explotación, se le concedió el mérito
de expandir enormemente el desarrollo de las fuerzas productivas, de sentar las
bases teóricas de la igualdad democrática, pero sobre todo, el mérito de
engendrar en su seno la clase que lo mataría
y acabaría para siempre con la explotación.
Mao |
El proletariado, porque no
tenía nada que perder, era el agente elegido por la Historia para conducir la
lucha contra el capitalismo e implantar para siempre la sociedad sin clases. El
proletariado y su vanguardia, la comunidad de creyentes, adeptos y miembros de
la secta, el partido comunista, tenía el papel de “partera” de la nueva
sociedad: asistir, acelerar y facilitar el alumbramiento de la sociedad sin
clases y realizar finalmente la voluntad de la Historia.
Marx fue el profeta o
fundador de la nueva religión, puesto que fue el fundador de la sociología
científica, el primer hombre a quien se le revelan con certeza las ocultas e
inexorables leyes que rigen la Historia. Antes la Historia habría sido una
confusa avalancha de batallas, fechas y hazañas de pueblos conducidos por
líderes caprichosos, sin dirección ni sentido. Marx, con la certidumbre
aparente del método científico, mecanicista, del siglo XIX, descubre el secreto
hilo conductor que rige la
Historia , y que inexorablemente desembocará en la sociedad
socialista, tal como la manzana de Newton caía con la aceleración de la
gravedad.
La sencillez de esta
doctrina y su explosiva mezcla de idealismo y racionalidad, ejercieron un
atractivo irresistible sobre las masas populares y los intelectuales de buena
parte del mundo. El paradigma socialista se propagó como fuego en un plazo de
tres generaciones, la tercera parte de la población mundial lo puso en práctica
como sistema político y los partidos marxistas en los cinco continentes
afiliaron a cien millones de creyentes.
lenin |
LAS TRES CARAS RELIGIOSAS DEL MARXISMO
El primer acto de fe
religiosa más notable del marxismo, fue la parte del dogma que predijo que con
el advenimiento del comunismo se terminaría para siempre la lucha de clases. El
premio de la revolución socialista era la liberación de la humanidad de toda
explotación por los siglos de los siglos. Era la conquista del paraíso, el
retorno al Edén que cierra el círculo mítico.
Si toda la historia se
había comportado en forma dialéctica, con una y otra clase derrocando
violentamente a la anterior y resistiendo violentamente a la naciente, el
proletariado en el poder, al eliminar la propiedad privada e instaurar el
comunismo, terminaría milagrosamente con el ciclo de la lucha de clases, que
era precisamente la dinámica principal de la Historia. La
contradicción de la doctrina parece ser flagrante, pero nadie dudó de la
grandiosidad de la meta que justificaba el sacrificio, la persecución y la
muerte de los creyentes en la etapa de expansión.
El segundo acto de fe más
notable del marxismo y que conjuntamente con el anterior conducirían al
comunismo a su prematuro desastre, lo introdujo Lenin, y fue el que el
comunismo se podía construir en un país atrasado. Él se dio cuenta que las
potencias capitalistas de occidente, merced a sus políticas imperialistas,
exportaban sus contradicciones de clase a la periferia. Las plusvalías
extraídas de las colonias servían para apaciguar los ímpetus de rebelión de las
clases trabajadoras metropolitanas. Por lo tanto la cadena se rompería en sus
eslabones más delgados, en las colonias oprimidas por las potencias europeas.
Lenin no sólo predijo este
corrimiento de la revolución hacia la periferia, sino que diligentemente lo
llevó a la práctica, en Rusia. El comunismo se impuso entonces en países que
siempre fueron despóticos aunque tuvieran cierto grado de desarrollo
industrial, pero que no habían pasado por la experiencia de la democracia
burguesa.
Lenin estaba proponiendo,
y logrando, saltear una de las etapas de la historia. ¿Por qué someter al
proletariado a sufrir la etapa de acumulación del capital bajo la opresión
burguesa, cuando se podía realizar bajo el socialismo? En cuanto se propagara
el comunismo en todo el mundo, esa discreta zancadilla a la Historia quedaría
relegada al anecdotario de la
Revolución.
Quienes advirtieron que
construir el “socialismo científico” en un país atrasado y despótico era
repartir la pobreza y una invitación al autoritarismo, fueron excomulgados de
la secta por falta de fe y convicción revolucionaria. Tan grandioso era el
paraíso prometido y tan poderosa la fe, que nadie hizo caso a los nuevos herejes.
El propio Marx había
previsto una etapa de transición que
debía durar apenas el tiempo que llevara destruir el capitalismo. Se llamó la
“dictadura del proletariado”, y consistía precisamente en desmantelar el estado
burgués, su ejército, sus leyes de explotación, su prensa, su ideología, en
fin, su aparato global de dominación.
stalin |
Una vez muerto el dragón,
la dictadura del proletariado se iría extinguiendo hasta formarse una
asociación libre de productores y consumidores en la sociedad comunista sin
clases.
Pero la Historia también enseñaba
que la clase a derrocar se defendería con extrema violencia. En efecto, el
capitalismo amenazado de muerte por la nueva religión, se defendió con uñas y
dientes y difamó, cercó, saboteó, atacó a los países comunistas y persiguió,
encarceló, torturó y fusiló a centenares de miles de revolucionarios en sus
metrópolis y en sus colonias, y logró detener el avance del comunismo. La Historia , deidad
caprichosa al fin, no había entregado todos sus designios, o no estuvo de
acuerdo con que el proletariado se salteara por su cuenta el obstáculo final:
la etapa democrático burguesa.
El cerco capitalista
obligó a las dictaduras del proletariado a prolongarse indefinidamente. El
Estado totalitario, lejos de extinguirse, ocupó todos los órdenes de la
sociedad y consolidó en el poder una nueva clase, la burocracia del Partido.
La dictadura que debía ser
provisoria se institucionalizó en forma de Iglesia, con sus textos sagrados (El
Capital), sus intérpretes infalibles: Lenin, Stalin, Mao, Fidel, quienes por ser los primeros en conducir la
secta al poder, adquirieron estatura de héroes mitológicos, y sus escritos y
discursos pasaron a formar parte del credo en cuestiones de filosofía, de
táctica y estrategia, de normas de ética y conducta, con la autoridad
fundamentalista que emanaba de su rol de apóstoles.
Así la experiencia de la
lucha de Lenin entre la caída del Zar y la dictadura de los Soviets quedó
incorporada a la doctrina general como texto sagrado. La simplificación
histórica de atribuir el rol protagónico de la lucha de clases solamente a la
burguesía y el proletariado, y el consiguiente desprecio por las clases medias,
reforzó el papel mesiánico de una minoría iluminada y acentuó el desdén de los
comunistas por la etapa capitalista democrático-burguesa.
Este fue el tercer
elemento irracional más notable del leninismo. En la doctrina había quedado explícitamente establecido que el
partido comunista (como representante del proletariado) se avendría a aliarse
con las clases medias, reconociendo por fin su importancia para luchar contra
la gran oligarquía y el imperialismo, y recorrer juntos la etapa democrático
burguesa. Lo notable es que la doctrina también estableció que la etapa democrático-burguesa
podía y debía ser lo más corta posible, algunos años como en
Rusia y Cuba. Esto fue una típica ironía postmodernista, donde la clase media fue
invitada a luchar contra el sistema capitalista, pero haciéndole saber de
antemano que a mitad de camino sería hecha a un lado por la revolución
socialista: en el fragor de la lucha los marxistas instaurarían la dictadura
del proletariado y someterían a las clases medias que habrían sido sus
compañeras de ruta.
Esta extraordinaria
paradoja, (que merece una reflexión más pormenorizada), jamás fue objeto de
discusión en el seno de la nueva Iglesia, y el fracaso sistemático de los
frentes populares y las coaliciones electorales para construir el socialismo,
se atribuyó una vez más a la inconsistencia de las clases medias, al sabotaje
enemigo, al cerco capitalista, pero nadie se animó a señalar la inmoral
falacia.
fidel |
Los crímenes de Stalin, la
invasión de Hungría, la destrucción de la cultura tibetana, la invasión de
Praga, la Revolución
cultural china, la invasión de Afganistán, el fracaso económico, político y
cultural de los países comunistas terminaron por convencer a vastos sectores
sociales en todo el mundo, que el sacrificio no valía la pena. En la década de
los ochenta, el socialismo científico como religión secular entró en agonía.
El vacío político y
espiritual dejado por la muerte de la religión marxista que duró cien años, fue
rápidamente ocupado por las antiguas religiones tradicionales. Las etnias y
nacionalidades del pasado rebrotaron en renovada búsqueda de identidad, el
capitalismo recobró su segunda pujanza en la cuenca del Pacífico, y el
socialismo intenta recobrar su ideal democrático y libertario en los propios
países donde se encarnó.
CONCLUSIONES
El marxismo-leninismo se presentó como
sociología científica, en el marco del modernismo y la fe en el progreso lineal
de la Historia
pero albergando en su seno fuertes elementos utópicos mezclados con fundamentos
racionales, y dispuesto a desplazar a las religiones. Se adoptó, popularizó,
divulgó como una nueva religión, con sus textos sagrados, sus profetas, su
Iglesia, su comunidad de creyentes, mártires, templos, códigos de conducta,
excomuniones, todo gobernado por una nueva entidad metafísica: La Historia.
Sus elementos de fe más notables y que
condujeron a su extraordinario desarrollo, pero también a su decadencia,
fueron:
-La creencia de que con el comunismo
vendría el fin de la lucha de clases por los siglos de los siglos.
-La creencia de que mediante la
dictadura del proletariado era posible construir el comunismo en países
pobres salteándose la etapa histórica de
la democracia burguesa.
-La creencia de que se podía invitar a
las clases medias a recorrer ese camino y después hacerlas a un lado.
En cuanto el capitalismo resistió el
ataque y obligó a los primeros países comunistas a prolongar la dictadura del
proletariado, el comunismo entró en su fase apocalíptica, cometiendo todo tipo
de atropellos y abusos que aceleraron su caída como paradigma político
religioso.
Artículo
publicado en “Z”, de Uruguay, en enero de 1990
domingo, 5 de abril de 2015
BRITISH
El otro día fui a Gomensoro a ver un
remate de cuadros y me topé con Haroldo y Juan Enrique Gomensoro y su mamá,
bellísima como siempre, con sus grandes ojos claros, los famosos ojos de los Lamolle.
Haroldo fue compañero mío de clase en
el British School y era un tipo simpatiquísimo y superhonesto. Está igualito a
cuando teníamos quince años, porque la gente básicamente no cambia, y unos
minutos antes del remate recordamos brevemente nuestro largo y feliz pasaje por
el famoso colegio.
La verdad es que no sé cómo hicieron
mis padres, modestos empleados públicos, para mandarnos al British, uno de los
colegios más exclusivos del Uruguay, allá por 1945.
Nos anotaron prácticamente al nacer, y
seguramente pudimos entrar por ser hijos de un old boy ( ex alumno).
fridtjof heide (old boy) |
El colegio estaba en Benito Lamas
entre Ellauri y Luis de La Torre. Hacíamos
doble horario para poder cumplir con el programa oficial uruguayo y además
estudiar inglés, historia, geografía y literatura británicas.
Los ingleses tenían verdadera obsesión
por la disciplina, la puntualidad, el orden y las buenas maneras. A las ocho de
la mañana, en el patio helado hacíamos gimnasia y marchas militares como si nos
fueran a mandar a la guerra.
El director Mr. Schor, era el clásico Headmaster, terriblemente severo, cuya
sola presencia infundía temor y admiración entre los chicos. Tenía tanta
personalidad que una vez vinieron los del Liceo Suárez a buscarnos para
manifestar contra no sé qué, y Mr. Schor se asomó a la puerta y los echó sin
decir palabra. Nos contaba que había sido criado con rudeza: en su época, para
bañarse, tenían que cortar el hielo con un pico y zambullir.
ignacio posadas (old boy) |
Por provenir de una raza de
conquistadores y piratas, Mr. Schor tenía predilección por los deportistas y
cierto desdén por las almas sensibles. Aún así era un excelente profesor de
Shakespeare y nos enseñó a amar el idioma a través de los divertidos
envenenamientos y cuchilladas de Macbeth, Hamlet, el Rey Lear y los pobres
Romeo y Julieta.
A pesar de que a menudo cantábamos el
himno inglés y nos llevaban al Victoria Hall a festejar el día del Imperio,
nadie tomaba muy en serio aquellos rituales colonialistas. Solamente cuando
Nasser nacionalizó el Canal de Suez Mr. Schor nos echó un discurso en defensa
de la Pérfida Albión.
pedro bordaberry (old boy) |
Pero también los ingleses fueron los
inventores del parlamento y de ciertos valores esenciales de la democracia, así
que nunca me di cuenta que fuera un colegio elitista destinado a educar a los
hijos de los gerentes de las compañías inglesas y luego a los hijos de la clase
alta criolla. Jamás el Director ni los maestros permitieron la menor
discriminación o diferencia de trato entre ricos y clasemedieros (pobres
pobres, no había). Por supuesto que crecimos un poco a espaldas del Uruguay
real, pero dentro del Colegio la igualdad era absoluta hasta el punto de que en
doce años de educación jamás se me ocurrió pensar que mis compañeros de salón
eran descendientes de famosos médicos, gerentes, abogados, barraqueros,
generales, comerciantes, industriales y estancieros.
luis lacalle pou (old boy) |
Se decía en el British que los Posadas
Belgrano eran tataranietos del General que perdió con Artigas en la Batalla de las Piedras.
Recuerdo perfectamente a Ignacio Posadas caminando por los corredores,
levantando las cejas, igualito a ahora, algo taciturno.
En aquella época había otros colegios
privados que educaban a los hijos de la clase alta: el Elbio Fernández, el
Liceo Francés, las Domínicas, el San Juan Bautista. Pero la verdadera
aristocracia uruguaya, el old money
como dicen en USA para referirse a las viejas oligarquías patricias, se educaba
en el Seminario y el Sacre Coeur. Los jesuitas eran unos genios para formar a
las futuras clases dirigentes.
A fines de la década del sesenta, Luis del
Castillo, “old boy” y Director del Seminario me invitó a dar unas clases de
dibujo. El alumno Zerbino, uno de los héroes de los Andes, me hacía la vida
imposible por lo pillo. En los corredores del venerable edificio estaban las
fotos de todas las generaciones de 4º año que salieron del Seminario. Era
impresionante leer los apellidos de las quinientas familias que desde hace dos
siglos, con inteligencia, discreción y enorme esprit de corps manejaban los hilos del país. En comparación, mi
colegio no era tan copetudo. Fue una preciosa época de mi adolescencia.
carlos cat, (old boy) |
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